viernes, 16 de mayo de 2008

Danza en el monte


Monte divino, que das vida en tu esencia. Lugar prohibido para muchos religiosos, personal para otros, un espacio que acoge a lo más puro o que recoge la escoria por un pan de alimento. Respeto infundes en muchos, paraíso en vida te han llamado. Pliegues finos como la tela de un vestido de perfectas caídas, surcan en tus mares los avezados corsarios, que logran encender la llama interna que posees.
Mirarte es apreciar la maravilla de la creación, un trabajo incomprensible, una sola sonrisa vertical. Una piel sensible a tu lado, calidez exudas por los poros. Perfecta ilusión de un poema tendencioso, exaltación de un joven imberbe de querer conocerte y tocarte. La calma del veterano es compañía perfecta en tus arrugas y ropajes, junto a las canas que yacen postradas esperando su caída.
Un sin fin de palabras te pueden describir, apodos obscenos hablan de ti sin conocerte en la intimidad. Eres complemento del alma cuando te conectas con el corazón, esperando satisfacer al extraño que se nutre de ti. Una danza de ritmos intensos, valles y tiempos de espera, van dando curso a una sinfonía que puede acabar en cualquier momento. El precipicio esta cerca y los latidos aumentan, la presión sube y estar al límite donde cada uno se pierde deja un sabor que debiese durar para siempre.
Palabras en movimiento, hablando con el cuerpo, masas cambiantes de formas, choques apasionados bajo la luz de la luna, un escalofrío hace notar que es real, un estruendo que corre con fuerza desde adentro te hace perder la conciencia por momentos, donde el calor pasa a ser tal que quema sin dolor. Es un instante antes de volver a la realidad, una sonrisa personificada, finalmente un suspiro relajante que se escapa sin rodeos y que se pierde en un sueño acompañado de tu sabes quien.

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